Un cazador salió al bosque, en busca de una presa para comer él y su familia. Después de varias horas de caminar, no había encontrado nada que cazar.
Él mirando al cielo, hizo una oración al Señor; que de lo que el cazara la mitad sería del Señor y la otra mitad suya. Todavía no terminaba de orar, cuando en la trampa
ya estaban dos hermosos cerditos.
El cazador contento, tomó sus cerditos y comenzó a correr; hacia la casa mientras decía: ¡Un cerdito para mi, y otro para El Señor!
De repente, se tropieza y se cae; así que se le escapa uno de los cerdos; y exclama con mucha tristeza: ¡Hay, ahí va el cerdito del Señor!